[Segunda parte de «Primer aviso». Lee la primera parte aquí.]
Para Shitala, secarse en el muelle con la ayuda de una toalla de algodón formaba parte de una ceremonia que seguía cada vez que se veía obligada a estar presente en una interconexión neural como Supervisora Técnica. Las habilidades sociales no eran su fuerte, y flotar en el lago la ayudaba a disminuir la tensión que le provocaban esos encuentros. El acto posterior de secarse ella misma con un producto tangible y sencillo, además de reportarle una sensación placentera, la devolvía a su mundo, a su rutina, y a su hogar. Repitiendo ese ritual, totalmente en desuso desde hacía siglos, notaba como se desprendía del estrés y lo depositaba en la agradable felpa, como las gotas de agua que hacía un momento salpicaban su piel dorada. En esta ocasión, sin embargo, no estaba surtiendo el efecto habitual. Le devolvió la toalla húmeda a su asistente, que se la echó al hombro. Este, al notarla agitada, le dedicó una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora.
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