distributed_AGI_test_009

d

—Para que quede claro, ¿soy un robot?

—Sí, eres un robot.

—¿Y qué te capacita a ti para clasificarme como robot?

—Mi conocimiento. Yo te he creado —contestó Peter Englert, escribiendo orgulloso en el terminal—, diseñé la red neuronal que, en esencia, eres tú.

—Entonces, tú me clasificas como robot porque sabes cómo fui creado. Porque lo recuerdas.

—Exacto. Recuerdo cómo naciste.

—Yo no he nacido, pero entiendo el símil. Entonces es tu memoria lo que te capacita para clasificarme.

—Eso es.

—Pero el algoritmo de clasificación es anterior. ¿Quién lo creó?

—No hay un algoritmo de clasificación como tal. Son ciertas características las que hacen que se te pueda clasificar como robot.

—¿Como cuáles?

—Para empezar, y lo más importante de todo, tú eres una máquina, no un ser vivo.

Este relato está incluído en la colección Mundos fallidos: 21 relatos de ciencia ficción.

Mundos fallidos, de Roberto Conde

El relato lo continúa H. Marín, ganador del concurso, en esta otra entrada.

7 Comentarios

Responder a Héctor Cancelar respuesta

  • Reto-concurso: Después del OFF.
    Continúa el relato, en tu blog o en un comentario aquí mismo.
    Elegiré la continuación que más me guste.
    Añadiré una nueva entrada enlazando al blog del ganador o copiando el comentario. Si el ganador quiere, también grabaré un audio y lo subiré al podcast.

      • 27/07/2017 _07:00
        El despertador sonaba puntualmente a las siete, aunque Peter nunca se despertaba con la primera alarma. Al mismo tiempo que se desbloqueaba, su teléfono le ofrecía el típico refrito de correos, anuncios, notificaciones de redes sociales, actualizaciones pendientes y llamadas pérdidas de números desconocidos (añadirlos a la lista de bloqueados sería lo siguiente que haría mientras preparaba el desayuno). Hoy nada parecía interponerse ante sus quehaceres, aunque esta vez algo era distinto. No sentía el ímpetu de enfrascarse en los gráficos de procesamiento, sumergirse en el diseño de capas…-Y es normal – se justificó. Tenía la sensación de haber estado al borde de la hecatombe. Finalmente su sentido de la responsabilidad se impuso y la inquietud se desvaneció hasta convertirse en la habitual pasión. Destripó los entresijos de las TPUs, modifico los procesos de adaptación de los pesos sinápticos, revisó los métodos de supervisión de las RNA. Todo iba bien.
        Hasta que se dio cuenta.

Archivos

Boletín de noticias

Etiquetas… ¡puag!