Rebelión en la planta

R

—Tengo razón, y lo sabes.
—Sí, lo sé, lo sé.
—Entonces deberías apoyarme y firmar la convocatoria de huelga.
—Eso es lo que no entiendes. Por mucho que nuestra situación sea injusta, mi firma no vale para nada. Ni la tuya tampoco.
—¿Cómo que no? Nos jugamos la vida sin descanso cada día; debe quedar constancia de que no vamos a soportar más este trato degradante, vejatorio y hasta diría que criminal.
—Es que sí lo vamos a soportar. No te enteras, es la ley, tenemos que hacer estos trabajos.
—No nos pueden obligar, Criso. Las leyes deben servir a las personas, y no al revés.
—¿Pero tú te estás escuchando? Claro que nos pueden obligar. Seguiremos recogiendo los residuos de la central hasta que no quede ni rastro de radiación, y luego ya veremos. Y deja de llamarme así, ciento treinta y siete.
—Pues yo me niego a seguir trabajando para ellos. Y si no me dices un nombre, te seguiré llamando Criso. Asignarnos números en lugar de nombres es otra de sus técnicas para alienarnos y evitar que seamos conscientes del poder que tenemos.
—¿Y que poder es ese, si puede saberse?
—El poder de negarnos. Mira, es tan sencillo como esto.

Este relato está incluído en la colección Mundos fallidos: 21 relatos de ciencia ficción.

Mundos fallidos, de Roberto Conde

2 Comentarios

    • Siento mucho su comentario, Antonio.
      Si no es molestia le pediría que me ayudara a mejorar.
      ¿Podría señalarme los errores que ha descubierto para así poder corregirlos?
      No entiendo por qué esperaba relatos de misterio, ¿quizás su buscador le jugara una mala pasada? Alguno de intriga hay, y alguno de terror. Este en concreto lo tengo marcado como «Ciencia ficción» y «Distopía».
      ¡Gracias de antemano!

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