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De brújula a mapa

D

Me daba vergüenza escribir este post. Pero no por lo que estáis pensando. Los que me conocen de cerca saben que, especialmente en persona, suelo dar mis opiniones con una determinación que roza la convicción absoluta.

A algunos esto les incomoda cuando tienen su opinión formada sobre el tema en cuestión, cosa habitual en los tiempos que corren en los que todo el mundo tiene esa opinión formada (o inducida) sobre cualquier cosa. Cualquiera. Ya sea sobre la conveniencia de recoger y cuidar los polluelos silvestres que se caigan de su nido o sobre la influencia de la escasez de Helio en la geopolítica internacional, parece que todo el mundo está obligado a tener una opinión sobre cualquier tema.

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Sala de escape

S

—Hola a todos —nos saluda el chico, que lleva una bata de médico llena de manchas de sangre—, soy Fernando.
—¡Anda, como tú! —interrumpe mi novia señalándome.
—Como todos vosotros, soy estudiante de psicología —prosigue el anfitrión ignorando a Marta y, con la mirada perdida, continúa—: y desde hace años, también estudio la vida y obra del Doctor Sarmiento. Ya os avisé cuando me llamasteis de que esta no es una escape room habitual. Hasta ahora solo una persona ha conseguido escapar de la sala a la que vais a entrar. Para conseguirlo deberéis desentrañar las oscuras intenciones del Doctor Sarmiento antes de que su experimento acabe con vuestra cordura, o con vuestras vidas.

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Mírame

M

—Extiende tus manos sobre la mesa con las palmas hacia arriba. No tengas miedo, sólo voy a poner las mías sobre las tuyas, así. —La pequeña miraba nerviosa las abultadas venas del dorso de las manos de Xavier—. Ahora cierra los ojos. Imagina que ayer te acostaste y estás dormida. Estás soñando, es un sueño muy agradable, y te encantaría seguir soñando para siempre ese sueño. ¿Vale? ¿Lo tienes? —La pequeña asintió—. Venga, ahora, vas a despertar. Abre los ojos. Mírame.

Para Xavier, el ritual era innecesario, le bastaba con tomar a alguien de las manos y mirarle a los ojos. Pero tras más de veinte años usando su habilidad con miles de niños, había aprendido que así era más fácil que no desviaran la mirada al instante buscando algo más entretenido que los ojos grises de un viejo. No es que necesitara mucho tiempo para descubrir su potencial, sólo eran unos segundos, pero para un niño eso podía ser demasiado.

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