Hank y Cloe tenían ojo para encontrar diamantes en bruto entre los desechados. Si no diamantes, al menos alguna que otra perla. No en vano llevaban cinco años sin que les desterraran, gracias al sobresueldo que conseguían cada mes vendiendo los mutantes que pescaban. Todo un logro. Pagaban a duras penas el alquiler de su reducido cubículo en el interior de la cúpula. Ni por asomo les daba para vivir en la superficie, y si dejaban de pagar una de las desorbitadas cuotas de arrendamiento, serían expulsados al extrarradio con los despojos.
Día de rebusco
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