No tenía que haberle contado sus inquietudes. ¿A quién se le ocurría hablarle de esas cosas a una arqueóloga? ¿Qué pensaba, que la iba a conquistar con sus ocurrencias? Anoche parecía interesada en su perorata, mirándole embobada a los ojos con la luz de las frías estrellas del desierto reflejándose en sus pupilas, pero ahí estaba ahora. Saliendo de la tienda de Pierre, con el café del desayuno a medio tomar, ambos riéndose a carcajada limpia mientras se acercaban al viejo cuatro por cuatro donde les esperaba.
—Daniel, tu es un génie! La pile d’Héraclès! Pour écouter le transistor! —le soltó Pierre dándole unas palmadas en el hombro, sin parar de reírse.
Este relato está incluído en la colección Mundos fallidos: 21 relatos de ciencia ficción.
Este relato si que me ha sorprendido de veras,madre mía. Me recuerda a Stephen,ahí lo dejo .Sorprendido de verdad…
¡Uau! Tremendo halago, ¡gracias!