No suelo escribir reseñas y, aunque lo parezca, esta entrada no va a ser la excepción. La veo más bien como una recomendación, sin spoilers.
Hace tiempo que disfruto de una suscripción de Kindle Unlimited, el Netflix de libros de Amazon que puedes probar de forma gratuita durante un mes. El catálogo es amplio, pero cuando se trata de ciencia ficción española, la triste verdad es que la oferta es escasa. He leído algunas traducciones de escritores anglosajones que no recomendaré porque, por desgracia, son ediciones que no están a la altura de los originales.
En medio de este panorama, me encuentro con la primera novela publicada de David Olier, Mariposas de acero.
En las redes es quizás más conocido por su blog cabaltc.com, del que aprendí mucho y por cuyo contenido le estaré eternamente agradecido (no en vano lo incluyo en los agradecimientos de mi primera novela de ciencia ficción: Primer aviso) o por ser el director de scrivener.es, la comunidad en español del conocido programa de escritura.
Como yo, David Olier es ingeniero de telecomunicaciones. Como el que suscribe, es un apasionado de la ciencia ficción y, como un servidor, alterna la escritura con otros trabajos más estrechamente relacionados con las tecnologías de la información. Pero es que además, también empezó en esto siguiendo el Zen de Ray Bradbury, que afirmaba algo más o menos así: «si escribes un relato corto a la semana tendrás 52 historias al terminar el año y no pueden ser todas malas».
Pero hay una diferencia muy importante entre nosotros, y es la que da la experiencia. David lleva, en el momento de publicar estas líneas, seis años en esto escribir ciencia ficción mientras que yo apenas llego a las dos primaveras. Y se nota. No voy a decir que su primera novela me haya gustado más que la mía porque estaría mintiendo, pero sí que hay mucho en su escritura de lo que espero haber aprendido tras leer su libro, especialmente respecto a la forma.
Y es que Mariposas de acero es una distopía de manual. Bajo la apariencia de un mundo idílico, pacífico y organizado, se esconde una sociedad deshumanizada gobernada por la férrea mano de una inteligencia artificial todopoderosa. Y en ella, como suele ser habitual y determinante en una aventura distópica, aparece una anomalía, un habitante que no encaja en ese mundo de resignación y monotonía: un elegido.
El concepto de elegido no es un invento de Matrix —clásico al que tiene cierto regustillo Mariposas de acero—, sino que es tan antiguo como la religión y es el cliché que da vida a las distopías puras: el protagonista, por alguna razón, es el único que puede luchar contra el sistema. Si querrá y podrá hacerlo, lo que le costará y si merecerá la pena, además de las aventuras que correrá en su empeño y sus relaciones con el resto de personajes y fuerzas del mundo es lo que me fascina del libro de David. No se trata del qué, sino del cómo. Ha conseguido un texto cuidado y de calidad. Se le notan las tablas… ¡en su primera novela!
David Olier pinta un mundo en el que Asia, continente donde transcurre la historia, está plagada de «ciudades escalonadas» que recuerdan en unos aspectos al Londres de Aldous Huxley en Un mundo feliz y en otros a la Chiba de William Gibson en Neuromante. Hay más que una mezcla de clásicos en esas ciudades y fuera de ellas, claro está, pero prefiero no dar más detalles. Tendrás que leerlos tu mismo, y no tadarás en hacerlo: Mariposas de acero es una novela de 300 páginas que se lee en un par de sentadas.
Para que no os llevéis a engaño, también os contaré lo que no me ha gustado de esta novela de ciencia ficción que, no nos flipemos, tampoco es la obra maestra de un genio ni tiene una profundidad trascendental. No te va a cambiar la vida, como venden alegremente algunos autores en las descripciones de sus libros… pero es que no tiene que hacerlo. Por mucho que se enmarque en una distopía y a alguien le pueda llevar a filosofar —si es lector habitual de ciencia ficción, no lo creo, pues son temas más que tratados—, no deja de ser una novela de aventuras. Como tal, cumple con creces. Te zampas página tras página con el ansia de descubrir los siguientes pasos del viaje del héroe.
Que me enrollo. Sin más preámbulos: lo peor es el final. Alguna que otra vez me he liado con los nombres de lugares y personajes —normal—, o el ritmo me ha parecido algo más lento —normal y necesario en una novela, yo es que soy muy intensito—, pero el final… el final me ha fallado, y no puedo decir por qué sin clavarte un spoiler. No tanto como para mandarlo todo al traste —por suerte, David no se ha marcado un Nolan—, pero sí que esperaba otra cosa. Aunque es cuestión de gustos y, a pesar de todo, puedo decir que hasta ahora es lo mejor que he leído de ciencia ficción española actual en Amazon.
En definitiva: Mariposas de acero sobresale.